Un accidente mortal de sus compañeros de colegio en autobús le marcó de niño. Se hizo ingeniero. Y lleva 12 años perfeccionando un sistema de seguridad vial multipremiado, que convierte las butacas de un autocar en camillas.
Estudió Ingeniería Industrial. Pero durante los años de universidad se hizo técnico sanitario y recorrió Madrid en UVI móviles. Actuó en todo tipo de situaciones: sobredosis, navajazos, infartos. “Los accidentes de tráfico fueron lo que más me impresionó”, dice. “Son una carnicería”. Y también una carrera contra reloj: exigen el traslado de los lesionados a un hospital cuanto antes, a ser posible en los primeros 60 minutos, la hora de oro, clave para realizar las intervenciones médicas que evitan la muerte. Pero para posibilitar ese traslado, añade, hay que inmovilizar al paciente y sacarlo del vehículo despacio. A él, como técnico sanitario, le tocaba esa tarea. Y así, sobre el terreno, le surgió la idea.
Con esta idea ganó en 2009 el accésit del Colegio de Ingenieros de Madrid al mejor proyecto de fin de carrera, el Premio de la Fundación Barreiros en 2012 y el Premio Emprendedores y Seguridad Vial de la Fundación Línea Directa en 2018.
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